Hay ciudades que parecen hechas para sorprender. Una de ellas es Caravaca de la Cruz, escondida en el noroeste murciano, a medio camino entre paisajes de montaña y campos que cambian de color con cada estación.
Nada más llegar, la vista se va directa a lo alto del cerro donde se alza el Santuario de la Vera Cruz, rodeado por la muralla del antiguo castillo.
Subir hasta allí es casi una obligación. No solo porque se encuentra la reliquia del Lignum Crucis, que convierte a Caravaca en una de las cinco ciudades santas del mundo junto a Roma, Jerusalén, Santiago y Santo Toribio, sino porque desde sus miradores la ciudad se despliega como un mar de tejados rojizos y montes verdes al fondo.
Es un lugar que, seas o no creyente, transmite una paz difícil de explicar.
Después de visitar el santuario, lo mejor es perderse por el casco histórico. Sus calles empedradas suben y bajan entre plazas pequeñas, casas señoriales con escudos en las fachadas y rincones donde parece que el tiempo se detuvo.
Algunos lugares que merece la pena descubrir son:
La Iglesia de El Salvador, un ejemplo espléndido del Renacimiento murciano.
Los conventos y ermitas repartidos por la ciudad, cada uno con su historia.
El Museo de la Vera Cruz, que ayuda a entender el peso cultural y espiritual de este lugar.
Caminar por Caravaca es como abrir un libro de historia, pero sin prisas, dejándose llevar.
Si hay un momento especial para visitar la ciudad, es en mayo durante las Fiestas de la Santísima y Vera Cruz. Declaradas de Interés Turístico Internacional, combinan actos religiosos con celebraciones populares.
El espectáculo más llamativo son los Caballos del Vino: caballos cubiertos con impresionantes mantos bordados que suben la cuesta hacia el castillo a toda velocidad. Es tradición, emoción, arte y adrenalina en un solo instante.
Quien lo ha vivido asegura que no se olvida jamás.
Pero Caravaca no solo es patrimonio y fiesta. A pocos minutos del centro se encuentra la fuente del Marqués, un paraje natural que parece hecho para desconectar. Manantiales, arboledas frondosas y senderos fáciles lo convierten en un lugar ideal para un picnic o una tarde tranquila en familia.
Para los más aventureros, las sierras cercanas —como la de Mojantes o la del Gavilán— ofrecen rutas de senderismo entre pinares, miradores y cielos despejados que invitan a respirar hondo y dejar atrás las prisas.
Una de las ventajas de Caravaca es lo fácil que resulta llegar:
Desde Murcia capital, en poco más de una hora por la autovía del Noroeste (RM-15).
Desde Alicante, alrededor de hora y media por la A-7 y la RM-15.
Es un destino perfecto para ir en el día, aunque tiene tanto que ofrecer que no cuesta nada justificar una noche o dos para disfrutarlo con calma.
Caravaca de la Cruz es uno de esos lugares que lo tiene todo:
Un patrimonio impresionante.
Una tradición viva y única.
Naturaleza a pocos pasos.
Y la sensación de estar en un lugar con alma.
Tal vez llegues atraído por la curiosidad de su título de “ciudad santa”. Pero lo que te hará volver serán sus calles, sus paisajes, la hospitalidad de su gente y esa mezcla de historia y vida cotidiana que pocas ciudades saben transmitir.
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